viernes, 3 de julio de 2015

Cines



Arquitecturas modernas en los pueblos del interior: los cines inaugurados a mediados del siglo pasado amenazan ruina; conservan la oscuridad en su interior, esa oscuridad en la que olvidábamos la vida real. Películas del oeste, de romanos, de ciencia ficción, de kárate; quedan descoloridos pasquines, fragmentos de rostros, de letras. La ética de entonces se refleja en los nombres de los cines que fueron los sueños de nuestra juventud: Condado, Novedades, Proyecciones, Excelsior, Real. Junto a la taquilla había siempre un cartel en tonos azules sobre las que destacaba el rótulo “Local climatizado”. En este mural que ocupaba toda la pared interior, un oso polar exageraba la sensación de frescor y el aroma a ambientador del interior. Blanco y sonriente, el oso humanizado disfrutaba de la soledad de la noche en el ártico. En el Excelsior el cartelista había dibujado un sputnik en el cielo, y el oso que anunciaba el defectuoso aire acondicionado miraba satisfecho el satélite artificial. Debería haber fotografiado todos esos carteles, todos esos osos polares.