lunes, 6 de junio de 2011

Mesas

El viento arrancó el inmenso torso de bronce en la noche cerrada y al amanecer los vecinos descubrieron en medio de la plaza este monumento creado por el aire brutal nocturno. Al visitar la catedral descubro unas extrañas construcciones en el claustro. Lo que me parecieron ídolos africanos son yugos de campanas desarmadas, contrapesos de madera decorada con encisiones y escuetas taraceas con huesos y cantos, cordales que refuerzan las fibras del antiguo árbol. La imagen de las campanas desarmadas me hace pensar en el paisaje sonoro que acompaño al Cid; redoblar y tañer son acciones musicales idénticas desde sus tiempos a los mismos, más allá del tambor y la campana se abre un mar entre sus sonidos y los míos.

En el palacio del Virrey han abierto una hospedería en la que degustamos setas con carne y un vino denso como la sangre. Al terminar de cenar, escuchamos tañer el nuevo cuerpo de campanas de la Catedral. En el sueño de esta noche una mesa soporta las campanas que yacían sobre el suelo.  







miércoles, 1 de junio de 2011

Ciudades


El tiburón,  como el resto de las alimañas marinas, tiene un sexto sentido para oler el miedo de sus víctimas. En los relatos de mi infancia el pez espada, figura totémica de las regiones de Sepik, peleaba con el príncipe azul y se casaba con la Cenicienta. Ya de niño era capaz de trazar en un atlas el rastro de los narvales en las corrientes frías de Terranova; me imaginaba durante mi juventud capturando rayas cardadoras y noriegas con palangres, codo a codo con marineros de El Cabo, de Finisterre. Mi pasión por el mar me viene de familia: ayudo a mi padre en el ultramarinos del barrio, esa tienda con nombre en latín que vende el mejor bacalao de toda la Alfama. Ciudades, espejos de nuestro destino: acompañadnos en los días felices.








Bosque


Las plantas cortadas son agonizantes reptiles ciegos que huelen la humedad de la carne humana y la buscan para desangrarte. Las hiedras y las adelfas son fieras sierpes que aún heridas de muerte se enredan en tus miembros y clavan como alfileres sus raíces trepadoras en cada uno de tus poros. Los crisantemos son zombis blancos que corrompen tu piel con su contacto para libar el dolor de tus heridas. Creí vivir la peor de las pesadillas: los ramos de flores que había depositado la noche anterior en el dormitorio se habían transformado en una docena de cabezas de Medusa, en horrendos haces de seres diminutos que con movimientos sinuosos me cercaban y me martirizaban. Las prímulas habían cobrado vida animal y se hincaban entre mis uñas, las peonías eran caimanes rosados que me mordían con sus pétalos en los pies. Las magnolias se tornaron en tritones pálidos que me herían lentamente en los brazos, y mientras se pudrían me contaminaban los músculos como si quisieran convertirme en humus.








Babel


Villa Medusa: En este solar se erigía la casa del  biólogo  más querido de nuestra capital: Mateo Carabias inició muy joven el estudio de las criaturas marinas, aquí, en nuestra ciudad de tierra adentro. Sus hijas, sabedoras de la vocación incombustible del estudioso de mar, por su cumpleaños le obsequiaban con una función teatral: sombras chinescas, tules animados por varillas recreaban el mundo bajo el agua de tal modo que el biólogo daba por cierta aquella fantasmagoría. Como después se descubrió en su catálogo de especies marinas una de cada diez no formaban parte del mundo acuático que se podía conocer en 1905. Lo sorprendente es que esos peces abisales se descubrieron tal cual los dibujó Carabias en la fosa de las Malucas, a 15.000 metros de profundidad, en el año 2005.